Más teatro

Ahora será una ninfa. Y no cualquiera, sino Eurídice, la del mito griego que se enamora de Orfeo y el día de su boda es raptada por Aristeo. Ana Serradilla cumplirá así un año y medio muy cerca del teatro y muy lejos de la televisión.

Os dejo una entrevista a Ana donde habla sobre el tema:

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Desde noviembre de 2009, ha interepretado a una romántica idealista atrapada en un mundo cruel (Fresas en invierno, estrenada en El telón de Asfalto), una alumna abusada por un profesor inconmovible (Pájaro negro, coportagonizada con Humberto Zurita en el Libanés) y en febrero de 2010 será Euridíce pero en versión de Sarah Ruhl, joven dramaturga estadounidense finalista del Pullitzer en 2008.

Este periodo dedicado al teatro ha implicado un ritmo de trabajo que provocó en Ana un pequeño rosario de quejas: “El teatro necesita tiempo, es demandante, y debes saber que durante varios meses no serás dueña de tus fines de semana”.

—¿Cuál es entonces el afán de hacer teatro si en tv ya tenías una fama?

—Dicen por ahí que sarna con gusto no pica, y encima el teatro es adictivo.

—Antes de “Fresas en invierno” estuviste cinco años sin hacer teatro; ahora que ya hilaste dos obras, ¿ser actriz de teatro es tan bueno como te lo imaginabas?

—Es la cuna del actor y hacerlo te hace regresar a tus raíces, volver a aprender, recordar lo olvidado. Si estuve tanto tiempo alejada de él fue porque encontrar un proyecto interesante y cuadrar los tiempos con los viajes fue muy complicado.

—Entre la dulzura e idealismo de Sofia y la crudeza de Una ¿A cuál de los dos personajes le tomaste más cariño y por qué?

—Lo más curioso que me sucedió con estos personajes es que al terminar las funciones de Fresas en invierno yo quedaba exahusta, y al terminar Pájaro negro era todo lo contrario, quedaba con exceso de energía. Nunca entendí. Sofía me conmovía profundamente y Una es todo un reto.

—“Pájaro negro” sólo lo hiciste un par de meses. ¿No fue doloroso tener un personaje tan complejo y sólo unas cuantas funciones para hacerlo?

—No fue doloroso; al contrario, el personaje de Una es tan exquisito y tan desgastante que cada función era un deleite. Todavía queda Pájaro negro para rato, sólo que no sabemos cuándo. Lo retomaremos el próximo año cuando los tiempos de Humberto y los míos coincidan.

—“Talentosa”, “guapa”, “excelente actriz”. ¿Qué piensas cuando se publica esto sobre tu trabajo en teatro?

—Mucha responsabilidad y también orgullo. Esos comentarios son un incentivo muy poderoso pero trato de ser muy objetiva conmigo, generalmente uno sabe cuando hace las cosas bien y cuando las hace mal. Y trato de encontrar un equilibrio. No confiarme con los comentarios positivos o no venirme abajo si hay negativos. Siempre habrá alguien a quien no le guste tu trabajo

—A esa lista de adjetivos ¿agregarías alguna de defectos?

—¡Pero claro! Hay miles. Pero muchos de esos defectos se vuelven virtudes, todo depende de cómo encauces esa energía. Mi peor defecto es mi carácter pero gracias a él estoy donde estoy. ¿Defectos físicos? También tengo muchos, pero me amo tal cual soy y aprendo a vivir con ellos y tenerles cariño. La inseguridad y el miedo a no volver a trabajar son terribles, o a que me me falle el cuerpo o la mente que son mi herramienta de trabajo. Somatizo todo.

—Si tuvieras que mencionar un prejuicio sobre ti como actriz que lograste borrar con tu año teatral, ¿cuál sería?

—Justo eso, a no crear prejuicios sobre los demas… y nunca dejar de sorprenderme.

—¿Este año seguirás dando prioridad a teatro y cine o cederás a la tele?

—Para este año en el cine hay cuatro estrenos de largometrajes pendientes y dos más por realizarse.

Habrá teatro también, así que tal vez, si hay algo interesante, entonces ceda a los encantos de la televisión.

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